FRAGMENTOS / ESCAPADOS DE LA MENTE / BLOG
Fragmentos incluidos y excluidos. Historias y reflexiones que han salido a viajar por la red.
Otro fragmento del bendito BUCLE. Había sido un mal día, pero el cielo naranja del atardecer se mostraba en el balcón lateral del apartamento. Visto desde el gigantesco ventanal, era una postal hermosa y un tanto sanadora. La reciente desesperación de Blas por salir de allí, se esfumó bajo el color de las nubes pelirrojas. Que representaban en su imaginación la particular cabellera de Irina. “Espérame un minuto” dijo, y salió a sentir el viento. Era imposible definir desde cuándo, pero cada tanto aparecía sin avisar, la necesidad de conectar con las imágenes imponentes de la naturaleza. En los mares y montañas, en este cielo y este viento, convivía la placentera sensación de olvidar por un momento lo que le hemos hecho al mundo. No es tan fácil matar a un personaje. Otro fragmento de BUCLE. Necesitado como nunca de una compañía pensó en su único amigo y regresó al hospital. Se arrodilló junto a la cama y hundió la frente entre las sabanas. Sobre uno de los brazos del moribundo posó su melena desprolija, y deseó con todas sus fuerzas recibir una palmada de consuelo, una mirada de lástima y entendimiento, un consejo hacia el cual dirigir sus próximos pasos, o simples palabras de aliento. Pero nada de aquello sucedió. Sólo se presentó el pulso frágil de aquel que alguna vez había sido su gran cómplice de sueños y visiones. Habiendo llegado hasta allí, reconociéndose a sí mismo en una vergonzosa posición, rezó por un minuto sin testigos, y se permitió llorar de la forma más salvaje y pura. Decidió que ya era tiempo de sincerarse consigo mismo, que su rostro no se contenga y se deforme, que la piel se vuelva roja y los ojos hinchados queden ciegos, y la mandíbula indecisa tiemble y luego apriete, y entre los dientes comience a filtrar la baba. Que la mucosa se vuelva incontrolable, como los trayectos de las lágrimas saladas y calientes. Que sin discreción cada parte de su cara muestre de una vez por todas, la verdadera apariencia de su alma. Y su interior, incapaz de sostener más tiempo los escudos, se purgue de aquel luto. Al recuperar la calma se puso de pie y se acercó a un pequeño espejo. En medio del abominable rostro buscó su mirada y se reconoció. Luego se secó las lágrimas con los puños y se acomodó los rasgos. Realmente se sentía mejor que minutos atrás. Volvió hacia su amigo y le besó la frente. El cuerpo maltratado, primero por el accidente, luego por el copiado de la C6, y finalmente por los meses de inactividad y postración, ya no parecía ser el mismo que pertenecía a Ártus. Animado por el deterioro y la seguridad de que todo lo que quedaba de su compañero ahora vivía dentro de ArKa, Blas desconectó los aparatos, esperó el final y volvió a montar la escena. Pensó que lo peor había pasado. Pero cuando estaba dispuesto a salir de allí, mientras cerraba la puerta de manera silenciosa, vio un rostro de ojos grandes asomado en la ventana. Había un hombre parado afuera y lo había visto todo. ACLARACIONES PREVIAS: Mebox: Empresa que copia y almacena memorias humanas. C6: Es el dispositivo que guarda las memorias de una persona. Memobot: Es la inteligencia artificial que simula la personalidad del cliente. Ahora si. Bitácora sobre el Código Bucle: Una de las Cajas de prueba contenía los recuerdos de Alison, una niña cuya muerte había sido sentenciada a sus 10 años de edad a causa de una enfermedad terminal. Recuerdo que el caso se expandió a oídos de la prensa y luego a todo el mundo. Generando por supuesto una gran polémica. Copiar los datos de una pequeña, sería destruirle el cerebro. Los opinólogos, la competencia y las entidades ortodoxas habían caído encima de Mebox y de los padres de la niña, con todo el salvajismo de teorías y salmos que intentaban demostrar la monstruosidad del acto. Corromper la mente, encerrando su alma y su pasado en un dispositivo electrónico. Ciertamente al final, quien tendría que enfrentar la eternidad sería Alison. Sus padres habían tenido el valor de avanzar en la decisión de la niña, a pesar de los agravios de gente con futuro incierto, que manchaban las horas valiosas de quien tenía los días contados. El abuelo de Alison había sido cliente de Mebox y la pequeña interactuaba a diario con la C6 del viejo, quizás era por eso que tenía tan claro cuál sería su acto final. Anciano muere por fuga de gas”, decía una noticia del diario local. Yo estaba cansado de titulares fatalistas. Y no sólo eso, también de las descascaradas paredes de mí casa, con sus manchas de humedad formando caras rancias. De leer “El lobo estepario” en mi despacho. De jugar sólo al ajedrez. De los ecos noctámbulos de las habitaciones lejanas. De ignorar el exterior, culpa de los matorrales del jardín frontal. De girar las ruedas de mi silla, y sentirme enano frente a las estanterías. De los viajes al pasado con las fotografías familiares. De los malabares en el baño y en la cama. De envidiar los movimientos de mi gato y su pandilla, que se manejaban como dueños de la casa. – Al menos tiene dinero y está lúcido. –Decía Verónica al escuchar mi lista de desgracias. La contraté por necesidad meses después del accidente que dejó inútiles mis piernas, y debo admitir que la muchacha cambió mi vida. El primer año nos soportábamos mutuamente. Verónica, tímida, se limitaba a sus tareas. Apenas nos saludábamos con un ademán amorfo, parte de una cordial enemistad tácita. Yo me sentía invadido, y ella supongo que odiaba tener que responder a alguien tan antipático. Pero nos acostumbramos, gracias a ella que tomó la iniciativa de acercarse. Llegó con un bizcochuelo y me dijo –Feliz cumpleaños. –Miré el calendario en la pared y efectivamente, era el día. Me di cuenta de mi ser desagradable, indiferente con migo mismo y con los demás. Entonces sonreí genuinamente, para compensarla. Ciertamente el pequeño agasajo me reveló que debía cambiar, y nuestras diferencias comenzaron a ceder. Fragmento de "Entre el tesoro y el tiempo" Antonio León frente al reloj de su padre. Un romántico podría decir que el hombre mediante su superpoder, la imaginación, ha logrado resumir al colosal y espectacular tiempo, en un par de unidades que caben sobre una muñeca o dentro de un bolsillo pequeño. Un audaz negociante, que este reloj, dotado de un dorado mecanismo de suma complejidad, podría valer en la más generosa casa de empeños un rollito de billetes. Un experto diría que el frío de las ultimas semanas han causado cambios en el volante-espiral y las agujas se han estado adelantando. Pero yo veía más que todo aquello. Tenía vida en mis manos, y el reloj me hablaba con un código secreto, me contaba que mi padre Burnello había existido, que lo había paseado por ahí. Sólo este ejemplar se convertía en una fotografía sepia, y venía a recordarme mi niñez. Valía tanto para mi como si no quedaran más relojes sobre la entera faz del mundo. Los objetos, subestimados por que nunca han estado vivos. A veces se consiguen corazón y quizás también un alma. Así es como a través de ellos podemos volver al mundo. El Tiempo de Burnello se había impregnado en el reloj que tanto había usado, convirtiéndolo a mis ojos en un Tesoro sin igual. Por que no hay moneda que iguale lo que hemos sido, ni lo que hemos hecho de nuestro nombre. |
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